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jueves, 7 de julio de 2016

PARAMILITARES EN ARBELAEZ CUNDINAMARCA?


El  líder, dirigente agrario y campesino del departamento de Cundinamarca mediante la siguiente información denuncia que luego de ser victima de desplazamiento por parte de militares del batallón de infantería N° 39 sumapáz en el año 2010, amenazas a nombre de militares y grupos denominados águilas negras bloque capital d.c., persecución judicial y falsas acusaciones por parte de la fiscalia y la SIJIN, hechos que lo han obligado a salir desplazado en mas de 7 ocasiones, inclusive tuvo que salir del país gracias a el programa temporal de protección en Asturias España, a lo cual el gobierno colombiano no hace nada para prevenir que estos hechos se sigan presentando.     

 En el mes de marzo debido a una amenaza mas a su celular mediante mensaje de texto y la difícil situación económica y de riesgo decidió mirar la opción y retornar a su lugar de residencia y trabajo durante mas de 20 años en la vereda salitre alto sector la dorada del municipio de Arbeláez Cundinamarca, donde denuncia que el día 29 de junio en horas de la madrugada la comunidad es alertada y preocupada por unos panfletos (imágenes anexas) en uno de ellos advierten a la comunidad sobre la declaración de toque de queda a partir de las 19:00 horas por parte de las águilas negras bloque capital d.c.



En un segundo panfleto con foto y nombre del joven dirigente del sector, ofrecen recompensa por información que conduzca a dar con él, dejando en grave riesgo e inseguridad al joven.

Se solicita la investigación y se denuncien nacional e internacionalmente estos hechos que atentan contra la integridad física, moral, laboral y económica por su trabajo comunitario, sindical y de defensa de los derechos del campesinado del sector, y a la vez denuncia el joven  la culpabilidad del estado colombiano ya que en mas de 7 años de persecuciones y amenazas no han hecho nada.

martes, 2 de diciembre de 2014

Pronunciamiento II Escuela Andina de Mujeres de la CLOC VC

POR: COORDINADORA LATINOAMERICANA DE ORGANIZACIONES DEL CAMPO
II ESCUELA ANDINA DE MUJERES CLOC VIA CAMPESINA


Estamos culminando nuestra II escuela de mujeres Andinas, como una puesta de incidencia histórica de las mujeres en el colectivo de hombres y mujeres que formamos parte de la gran familia de la CLOC VC, conscientes de que la tarea y la necesidad de estos momentos históricos es propiciar espacios de formación revolucionarios comprometidas con la transformación política, económica y social de este mundo cambiante e imperante en un modelo de castración de derechos al servicio del capital y del imperio.

Hoy convencidas de la necesidad de transformar para construir hemos intercambiado los saberes ancestrales, la fraternidad internacionalista los postulados socialistas, los momentos pedagógicos en el trabajo en colectivo.

Desde las tierras colombianas de Viota cuna de las luchas agrarias, de hombres y mujeres guerreras, De la Colombia, que sigue resistiendo hacia la salida política del conflicto social armado que hoy, se discute en la mesa de negociación de la Habana, amenazada y fragilizada pero que seguimos aportándole hacia la Patria que Bolívar soñó UNA SOLA PATRIA UNA SOLA BANDERA.

Dela Colombia de Juana Julia Guzmán, Avelina Gómez, Gilma Benítez, María Cano, Manuela Beltrán, Policarpa Salavarrieta y aquellas cuyos nombres hoy empiezan hacer parte de las paginas del libro desde sus luchas, aportes y legado hacia la emancipación en contra del sistema patriarcal como base del capitalismo, de la producción y expansión de las transnacionales, del saqueo de la explotación minera, por la recuperación de las semillas ancestrales, Por la reivindicación de la soberanía y en la construcción del feminismo campesino y popular ratificamos nuestro compromiso en seguir liderando con mucha fuerza unidad y movilización la campaña internacional, ¡BASTA YA DE VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES!

NOS PRONUNCIAMOS Y SOLIDARIZAMOS CON EL DOLOR DE LAS FAMILAS MEXICANAS ANTE LA DESAPARICION DE SUS HIJOS, CONTRA LA INVASION Y GENOCIDIO DE LA PALESTINA, CON LA LUCHA DEL PUEBLO COLOMBIANO POR LA SALIDA HACIA UN CAMINO DE PAZ, POR TODAS AQUELLAS ACCIONES EN CONTRA DE LOS INTERESES DE LAS CAMPESINAS Y DE LOS CAMPESINOS DEL MUNDO.

GLOBALICEMOS LA LUCHA GLOBALICEMOS LA ESPERANZA.

jueves, 13 de noviembre de 2014

Las cuentas del posconflicto no dan

Con la nueva realidad económica nacional e internacional financiar el posconflicto y los acuerdos de La Habana requerirá de muchos ajustes y más imaginación.
tomado de revista semana
Desde que asumió la Presidencia en 2010, Juan Manuel Santos tenía en mente que su gran propósito sería negociar un acuerdo de paz con las FARC. En el discurso de posesión el 7 de agosto de ese año mostró esta intención cuando afirmó que la puerta del diálogo no estaba cerrada con llave. A partir de ese momento, comenzaron los acercamientos secretos con el grupo guerrillero en el que participaron activamente su hermano, el periodista Enrique Santos Calderón y el excomisionado de Paz, Frank Pearl.

En el inicio del proceso, nadie sabía cuánto iba a costar, no se hablaba del posconflicto y la situación económica de bonanza era una realidad muy distinta a la actual. Hoy, con el avance de los diálogos en La Habana y conocidos los tres primeros puntos sobre los cuales se ha llegado a un acuerdo, han surgido muchas preguntas relacionadas con el posconflicto: ¿Cuánto valdrá y cómo se financiará? Y la respuesta que algunos economistas le están dando, después de revisar las cifras, es que las cuentas no dan.

El gobierno ha dicho que cualquier cosa que se diga al respecto es una especulación, pues nadie sabe a ciencia cierta cuánto costará y Planeación Nacional apenas está empezando a hacer esas cuentas en el Plan de Desarrollo que presentará al Congreso.

Sin embargo, aunque es cierto que es dificil calcular ese costo, hay opiniones calificadas que dan luces sobre las realidades que habrá que afrontar. Una de estas es la del exministro Juan Camilo Restrepo Salazar, quien habla de una cifra preliminar –solo para el posconflicto rural– que fluctuaría entre 80 y 100 billones de pesos para los próximos diez años, lapso que se juzga razonable para proyectar el periodo de tiempo del posconflicto.

Según Restrepo, quien conoce muy bien el tema rural negociado en La Habana, el país deberá invertir con recursos públicos algo así como 8 o 10 billones de pesos anuales, en la implementación de los 12 planes de carácter rural que se enumeran en el punto número uno del acuerdo. La cifra es tan alta que asusta. No obstante, si se tiene en cuenta que Restrepo ha sido ministro de Hacienda, de Agricultura, es experto en café y es considerado un hombre ponderado y ecuánime, su opinion tiene peso. Su cálculo equivaldría a destinar anualmente, a lo largo de la próxima década, una suma parecida al producido anual del impuesto al patrimonio para este solo propósito.

Aunque este es el punto más grueso de la inversión que se tendría que hacer en el marco de lo pactado en La Habana no es el único. No hay que olvidar el compromiso de la reparación a las víctimas del conflicto. El propio presidente Santos ha dicho que el costo que tendrá que asumir el Estado para los próximos diez años en este frente supera los 54 billones de pesos. Es decir, se debería destinar casi 1 punto del PIB por año.

Y es que los compromisos con las víctimas pueden llegar a ser tan difíciles de cumplir como los del agro. Según un estudio de la Universidad de Harvard para la Unidad de Víctimas, en los procesos de paz donde se ha podido reparar a las víctimas no más del 1 por ciento de la población se encuentra en esa categoría. En el caso de Colombia con más de 6 millones de víctimas ya identificadas la cifra asciende al 14 por ciento de la población. Para los expertos en negociación, una reparación de esa magnitud no tiene antecedentes comparado con 45 países que han tratado de pasar la página del conflicto armado. En la guerra civil española el número de víctimas era tan cuantioso que se concluyó que no había posibilidad de repararlas

Lo anterior, para no mencionar otros rubros que si bien a primera vista no están relacionados directamente con el posconflicto, forman parte de la ecuación para la Colombia en paz que el presidente Santos piensa dejarles a las siguientes generaciones. En esta categoría estarían, por ejemplo, las obras públicas, la vivienda y la educación.

El Bank of America en un análisis va mucho más allá y calcula el costo del posconflicto en 187 billones de pesos –es casi la mitad del PIB del país– para extenderlo en diez años. De esta suma, la mitad correspondería al programa rural y otra parte sustancial correspondería a pagos de reparación.

Pues bien, estas cifras astronómicas que hoy salen a la palestra han comenzado a preocupar a muchos, porque no se ve claro de dónde saldrán.

La semana pasada el presidente Santos terminó su gira por seis países de Europa donde buscó la posibilidad, tanto de apoyo político como de crear un fondo para financiar el posconflicto. Tuvo más éxito en lo primero que en lo segundo. En términos diplomáticos, Santos logró vender la idea de que las implicaciones de una paz en Colombia transcienden las propias fronteras y se pueden convertir en un ejemplo mundial de reconciliación en un mundo donde florecen odios y guerras. El apoyo que recibió de los grandes líderes europeos genera un ambiente favorable para el proceso de paz. 

Pero en términos económicos el resultado fue menos alentador. El fondo para alimentar el posconflicto parece que va a tener más un valor simbólico que económico. De plata solo se logró un crédito que Alemania aprobará por 75 millones de euros anuales hasta 2016, ligado a la agenda del proceso de paz. Pero un préstamo no es una donación. 

Los conocedores del tema consideran que la cooperación internacional va a servir más como muestra de buena voluntad que como fuente de financiación. Fuera de Estados Unidos, el resto del mundo no da plata, sino platica. Europa está atravesando una dura situación económica y está pensando más en recibir ayuda que en darla. Ni siquiera para combatir el ébola, que es considerado una amenaza para la humanidad, se ha podido llegar a un acuerdo sobre un fondo colectivo internacional. Irónicamente la economía colombiana está mucho mejor que las de varios países del Viejo Continente. Por lo tanto, la pasada del sombrero está cuesta arriba. 

En el mejor de los escenarios, la cooperación internacional nunca llegaría a cubrir el 5 por ciento de los gastos totales que requerirá el posconflicto. Recaudar 500 millones de dólares sería una hazaña, pero en términos de las necesidades representaría solo una gota de agua en el océano. Como quien dice, el grueso deberá correr por cuenta de los colombianos. 

Aunque es claro que no hay que sacar la plata ya del bolsillo sino generarla gradualmente a lo largo de la próxima década, una vez se firme la paz y la subversión entregue las armas, encender las alarmas no es inoportuno.

Cuando Santos se embarcó en el proceso de paz, era presidente de un país boyante que figuraba como la nueva estrella del continente americano. En 2011, cuando apenas se daban los acercamientos con la guerrilla el país batía todos los récord en materia económica. La tasa de desempleo bajó a un dígito, después de una década. Las exportaciones superaron los 50.000 millones de dólares y la inversión extranjera directa los 13.000 millones, con un crecimiento de más del 50 por ciento en un año. En materia petrolera, el país se acercó a producir 1 millón de barriles diarios y el precio del crudo Brent (referencia para Colombia) se tocaba los 120 dólares el barril, lo que disparaba las utilidades de Ecopetrol. La economía tuvo un periodo fulgurante en 2011 con un crecimiento de 6 por ciento. Después de diez años, las agencias calificadoras de riesgo le devolvieron el grado de inversión a la deuda colombiana, en una muestra de confianza en la economía. Y hasta el TLC con Estados Unidos, que parecía más muerto que vivo, fue aprobado en el Congreso de ese país.

Pues bien, la realidad económica de Colombia está cambiando. El auge de los últimos diez años obedeció no solo a la política de seguridad democrática de Uribe y al manejo acertado de la economía del primer cuatrienio de Santos, a la confianza inversionista, sino a la coyuntura internacional. Toda América Latina durante una década navegó en la bonanza de los precios altos de los commodities, gracias a la fuerte demanda de China, que crecía a tasas del 10 por ciento y de la India que también jalaba. Este buen ciclo económico permitió que la pobreza y la inequidad se redujeran en todo el continente y que la clase media creciera.

Pero la época de las vacas gordas terminó, dándole paso a un ciclo menos próspero, tambien por un viraje en la coyuntura internacional. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI) la región a duras penas crecerá este año por encima del 1 por ciento y del 2 por ciento en el próximo.

Entre septiembre de 2011 cuando los precios de las materias primas –que exporta la región– tocaron los picos más altos, hasta el mismo mes de este año, la reducción en los precios en dólares de productos básicos del sector de energía fue de 7 por ciento; la de productos agrícolas de 19 por ciento; la de metales preciosos de 22 por ciento y la de otros minerales de 35 por ciento.

A Colombia le está yendo mejor que a sus vecinos. De hecho es el país de más rápido crecimiento dentro de las economías latinoamericanas. Se estima que el PIB se expandirá muy cerca del 5 por ciento en 2014, cifra muy buena para el contexto mundial. Sin embargo, la realidad es que difícilmente Colombia podrá evitar el ciclo de reversión que hoy enfrentan los vecinos del barrio. 

Por ello la alerta, ahora que se comienza a pensar en financiar el posconflicto. La principal preocupación para la economía colombiana radica en los menores precios internacionales del petróleo, mercado afectado por varias razones. Entre ellas las tensiones geopolíticas en los países productores; el crecimiento de la producción de hidrocarburos no convencionales en Estados Unidos; las nuevas fuentes alternativas de energía y la implementación de nuevas tecnologías para obtener petróleo en pozos existentes. Todo esto unido a que China está creciendo menos y por lo tanto necesita menos materias primas.

El asunto es que Colombia es muy sensible a los precios del petróleo pues la canasta exportadora se concentra principalmente en este producto. El petróleo representa el 55,2 por ciento de las exportaciones nacionales. El precio del crudo se cotizaba el viernes pasado a 83 dólares el barril (referencia Brent). Esto significa una caída durante el año del 25 por ciento, lo que les pega muy duro a las cuentas fiscales por dos vías: los ingresos tributarios (y de regalías) asociados a la actividad petrolera y las transferencias que recibe la Nación por dividendos de Ecopetrol.

Las proyecciones macroeconómicas recogidas en el Marco Fiscal de Mediano Plazo (MFMP) planteaban un escenario en el cual el petróleo se mantendría alrededor de los 98 dólares por barril durante 2015, un supuesto que a todas luces parece difícil de alcanzar dado el comportamiento reciente visto en el mercado y las perspectivas que hoy en día tienen los analistas. 

Pero el país no solo enfrenta dificultades por el precio del petróleo, también por el tema de producción. Aunque temporalmente se pisa el nivel del millón de barriles diarios, meta que se ha fijado el país, el promedio en lo que va corrido del año alcanza los 987.000 barriles.

También está cayendo el precio del carbón y el níquel, otros dos importantes productos de exportación de Colombia. A pesar de que Estados Unidos, el principal socio comercial del país, crecerá este año 2,2 por ciento, el ritmo de recuperación de la economía mundial es muy débil y de ello no se puede sentir nadie a salvo. La turbulencia que se siente en los mercados internacionales también sacude a los locales, afectando con caídas importantes las acciones de las empresas que cotizan en la bolsa de Colombia. 

Teniendo en cuenta el panorama que se avecina en los próximos años para toda la región y en el caso particular de Colombia es mejor no hacer cuentas muy alegres. En el pasado debate electoral a la Presidencia las dos campañas hablaron de llevar la economía hacia una meta de crecimiento del 6 por ciento, en el largo plazo. 

Eso a mediano plazo es casi imposible. El gobierno ha dicho que es factible alcanzar ese objetivo una vez termine el conflicto armado, por el denominado dividendo económico de la paz y también por el plan de infraestructura de cuarta generación. 

Algunos otros estudios han ido aún más allá en optimismo. Varios artículos escritos por destacados profesores universitarios recopilados por la Universidad de los Andes en una publicación titulada Costos económicos y sociales del conflicto en Colombia dicen que la economía crecería 4.4 por ciento más si se firma la paz. Es decir, que la tasa de crecimiento podría pasar del 4 al 8 por ciento.

Según este mismo estudio, con conflicto armado, el PIB departamental se ha duplicado cada 18,5 años, y la proyección es que sin conflicto se duplicaría en 8,5 años. Colombia ganaría en ese escenario una década de crecimiento.

A pesar del prestigio de las firmas que suscribieron dichos estudios, esas proyecciones no parecen realistas. Algunos otros estudiosos señalan que el dividendo de la paz ya se dio por la reducción de la violencia que se ha producido en los últimos 15 años como consecuencia de la política de seguridad democrática. De allí concluyen que por el hecho de firmar la paz, no habrá grandes saltos en las variables macroeconómicas en los siguientes cinco o diez años.

El Bank of America señala que una cosa es decir que el proceso de paz puede aumentar el potencial de crecimiento, y otra esperar que una vez se firme la paz, el PIB aumente. En un estudio, la entidad estima que un acuerdo de paz podría impulsar el crecimiento en torno al 0,3 por ciento anual, mientras que la implementación de los acuerdos costaría al menos un punto del PIB por año. 

Fedesarrollo cree que el escenario más realista del país para el mediano plazo es hablar de una tasa de crecimiento entre el 4,5 y 5 por ciento. Esto está acorde con lo sucedido en los últimos diez años, cuando el promedio observado de crecimiento fue de 4,7 por ciento anual. 

Poniéndolo en otros términos, como dice Fedesarrollo, para que la economía alcance una tasa de crecimiento sostenido de 5 por ciento se requiere que la productividad crezca 1,6 por ciento anual en promedio, algo que no se ha observado desde mediados de la década de los setenta. Para llegar a tasas de crecimiento del PIB de 6 por ciento de manera sostenida, el ritmo de crecimiento de la productividad tendría que ser 2,6 por ciento, superior incluso al observado en el periodo 1969-1973 (2,3 por ciento anual), el más alto del periodo histórico analizado.

Ahora bien, si los precios del petróleo bajan más (o siguen bajos), va a haber menos recursos tributarios y puede darse una destorcida económica importante.

Un estudio que acaba de presentar el PNUD coordinado por Hernando José Gómez, ex codirector del Banco de la República, muestra el grave impacto económico y social que tendría la caída en el precio del petróleo, que a su vez arrastraría a la baja el precio de otros energéticos como el carbón. Esto plantearía grandes retos fiscales para el país. 

Según el estudio en una coyuntura de 60 dólares el barril de petróleo y 40 dólares la tonelada de carbón, la tasa de cambio experimentaría una devaluación de 20 puntos porcentuales en el largo plazo. En el corto plazo, sin embargo, de no existir ningún tipo de intervención del Banco de la República o del gobierno, la tasa de cambio podría depreciarse en un 40 por ciento. Pero además se perderían 13 puntos porcentuales en términos de crecimiento económico y 80 puntos básicos de aumento en el desempleo anual promedio en los seis años posteriores a la caída de los precios de dichos commodities.

Todo lo anterior significa que la financiación del posconflicto requerirá de una enorme imaginación y para que las cuentas puedan cuadrar, el país tendrá que aterrizar ante la nueva realidad. 

El gobierno está haciendo lo que puede a través de la reforma tributaria. Pero a pesar del malestar que esta ha creado en algún sector del empresariado, solo aspira a recaudar 12,5 billones de pesos que tapan el hueco del presupuesto para 2015, pero que no permiten cubrir las necesidades del posconflicto. En aras de incrementar los ingresos para financiar el gasto venidero, al gobierno le tocará acudir a una nueva reforma tributaria, en la que seguramente tendrá que darse la pela política de aumentar el IVA.

El papel aguanta todo, pero los empresarios colombianos que no evaden y que ya están pagando una tarifa en impuestos de más de 50 por ciento están llegando al punto de rebelión frente a más cargas tributarias.

La conclusión es que, como por ahora no se ven condiciones para crecer a un ritmo mayor, aún con paz, no se pueden hacer proyecciones de gasto basadas en perspectivas fiscales muy optimistas como se viene haciendo hasta ahora.

El país tiene que cambiar de mentalidad y entender que las condiciones económicas que existían cuando se anunció el proceso de paz quedaron atrás. El continente se está preparando para afrontar lo que puede ser una década de vacas flacas de la cual Colombia podrá capotear pero no va a ser ajeno. Por eso es bueno, que tanto el gobierno, como la propia guerrilla en lugar de asumir compromisos labrados en piedra que no se podrán cumplir comiencen a pensar en fórmulas más ajustadas a lo que se viene.

Pero hay que ir más allá y buscar mecanismos más creativos. Una posibilidad sería que algunas de las inversiones acordadas en La Habana tengan un carácter más flexible en su ejecución. En otras palabras, lo más sensato sería hacer unos compromisos que dependan sustancialmente del desempeño de la economía. Esto se podría hacer con base en el crecimiento del PIB o de los recaudos tributarios. 7 y 8 billones de pesos para el posconflicto rural de pronto se pueden conseguir si la economía crece al 5 o 6 por ciento, pero la coyuntura internacional desemboca en un 4 por ciento, según las proyecciones. 

El problema es que el lenguaje que se está utilizando en las negociaciones de La Habana no registra un ajuste a las nuevas realidades. Por ejemplo, en el punto número 1, el del agro, dice textualmente: “El gobierno se compromete a asegurar la financiación de todos los compromisos derivados del presente acuerdo”. Sin embargo, como nada está acordado hasta que todo esté acordado, valdría la pena echarle una pensada a estos textos para que no se queden en un saludo a la bandera y que lo acordado se pueda cumplir.


miércoles, 12 de noviembre de 2014

La armadura jurídica del #TTIP

El Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones entre la Unión Europea y Estados Unidos (TTIP) es un acuerdo comercial y de inversiones entre la Unión Europea y los Estados Unidos. Pretende eliminar las barreras arancelarias entre los dos socios y las barreras reglamentarias –las normativas básicas en materia social, medioambiental…– que limitan la acumulación de riqueza de las grandes corporaciones.
Los componentes fundamentales del TTIP son el acceso al mercado, las normas regulatorias, las cuestiones reglamentarias y las barreras no arancelarias; abarca aspectos materiales y formales.
Entre las cuestiones materiales nos encontramos con propuestas relacionadas con la quiebra de los derechos laborales y la normativa europea medioambiental, la desregulación del sector financiero, la apertura al mercado privado de los servicios públicos –el agua, la electricidad, la educación, la salud, el trasporte, la protección social…–, el blindaje de las patentes farmacéuticas, el consumo de productos modificados genéticamente, la contratación pública…
En estas líneas vamos a tratar sobre los aspectos formales y principios jurídicos del TTIP que forman parte de la armadura jurídica que limita el ejercicio de la democracia y de la soberanía de los pueblos. La herencia normativa del capitalismo global –los contratos, normas de comercio e inversiones de carácter multilateral, regional y bilateral y resoluciones de los tribunales arbitrales que conforman la nueva lex mercatoria– condiciona el devenir de las mayorías sociales; así, por poner un ejemplo, el gobierno del presidente Evo Morales y el pueblo boliviano han padecido esta lógica normativa imperial. El TTIP no es sólo un acuerdo comercial, es un nuevo tratado fundacional al servicio de las corporaciones transnacionales.
La técnica jurídica utilizada por el TTIP no es neutral: es una arquitectura construida a favor de las empresas multinacionales y del capital. La desigualdad y la asimetría son elementos constitutivos del Tratado; además, su opacidad, su falta de transparencia y la reinterpretación de los elementos formales que constituyen el Estado de Derecho, deben ser conocidos, desmontados y reapropiados por las mayorías sociales.
La cadena de control normativo que construye el TTIP se puede desglosar en diversos eslabones.
Contexto jurídico sobre el que actúa el TTIP
Los derechos de las empresas transnacionales se tutelan por un ordenamiento jurídico global basado en reglas de comercio e inversiones cuyas características son imperativas, coercitivas y ejecutivas -Derecho duro-, mientras que sus obligaciones se remiten a ordenamientos nacionales sometidos a la lógica neoliberal, a un Derecho Internacional de los Derechos Humanos manifiestamente frágil y a una Responsabilidad Social Corporativa (RSC) voluntaria, unilateral y sin exigibilidad jurídica –Derecho blando o soft law–.
La lógica jurídica contractual asimétrica se impone en las transacciones económicas internacionales. Las relaciones de fuerza impregnan los núcleos esenciales de los contratos formalmente bilaterales, tratados regionales y bilaterales, donde la conformación de voluntades se produce desde la mera adhesión a cláusulas que tutelan, fundamentalmente, los intereses de las empresas transnacionales.
Por otra parte, el Tratado de Estabilidad, Coordinación y Gobernanza de la Unión Económica y Monetaria y el Mecanismo Europeo de Estabilidad implican un verdadero golpe de Estado; estos dos textos actúan como vasos comunicantes, ya que, por un lado elevan a la cúspide de la pirámide normativa comunitaria el déficit público y la deuda pública –y, por tanto, la generalización de medidas de ajuste en contra de las mayorías sociales– y, por otro, se establece una intervención técnica de las instancias comunitarias al margen de los parlamentos nacionales y del Parlamento Europeo. El debate parlamentario y la deliberación quedan subordinados a reglas rígidas y automáticas establecidas en el diseño de las políticas presupuestarias.
El TTIP forma parte de este entramado jurídico-político de dominación. No hay cruce de caminos entre los derechos humanos y los derechos corporativos; hay una profunda ruptura de la jerarquía y de la pirámide normativa del sistema de protección de los derechos humanos. Además, resulta evidente la debilidad democrática de las instituciones económicas globales, incluidos los tribunales arbitrales alejados de los poderes judiciales
La falta de legitimidad democrática del TTIP
El secreto y la opacidad son elementos constituyentes del TTIP. Las normas de comercio e inversiones se elaboran fuera del control parlamentario y de la ciudadanía. Desconocemos los negociadores, los criterios utilizados, las decisiones adoptadas… y se envuelve todo el procedimiento de valoraciones técnicas que “necesitan de la confianza” y “discreción entre los negociadores”; se toman decisiones a espaldas de la ciudadanía y al margen de los procedimientos parlamentarios, “secuestrando” los textos en discusión incluso a los representantes públicos.
El modelo institucional de la UE no se adapta a los modelos tradicionales de democracia parlamentaria. El papel del Parlamento Europeo y de los parlamentos nacionales es secundario en el devenir del TTIP. Además, el Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea establece que “sobre los tratados internacionales se informará con total transparencia y adecuadamente al Parlamento Europeo en todas y cada una de las fases de negociación”. Es decir, se están saltando su propia legalidad. Las prácticas en torno a la elaboración del TTIP colisionan con la propia normativa comunitaria.
Lo que no es secundario es el papel central de los lobbies económicos que representan a las empresas transnacionales y a los intereses de las clases dominantes y de sus representantes políticos. Los asesores, las reuniones, las propuestas y la vinculación del poder político con las empresas transnacionales forman parte “del poder legislativo” de donde emana el TTIP. La opacidad y el secreto no existen para el gran capital.
El iter normativo del Tratado
Toda la tramitación del TTIP quiebra los principios básicos del Estado de Derecho, es decir, las garantías procesales de la ciudadanía (transparencia, separación de poderes, debates parlamentarios…). Ahora bien, el resultado final de la norma, en este caso del TTIP, es de una gran seguridad jurídica y de obligado cumplimiento. Todo lo contrario que la normas de derechos humanos, cuya tramitación o iter normativo está muy abierta a las propuestas y al debate, pero su resultado final es de una seguridad jurídica muy frágil. ¿Se puede comparar un convenio de la Organización Internacional del Trabajo con un tratado de comercio o inversiones entre la Unión Europea y cualquier país de la periferia del planeta?
La tramitación del TTIP fulmina los principios clásicos del Estado de Derecho: la contractualización de la ley y de las relaciones económicas –se suprimen la normas parlamentarias generales y se sustituyen por sistemas contractuales asimétricos o de adhesión– provoca la anulación de los procedimientos legislativos, se disloca la separación de poderes y la soberanía de los pueblos y naciones.
Por otra parte, la inflación normativa muy especializada, las cláusulas oscuras, vagas, la incorporación de los anexos al TTIP, atentan contra los derechos de las mayorías sociales. Además, la privatización del Derecho mediante las agencias de calificación, el Derecho blando y la emisión de laudos arbitrales por tribunales privados, cierran el círculo infernal de la arquitectura de la impunidad.
El principio de los vasos comunicantes entre normas de comercio e inversiones y entre transnacionales e instituciones, implica que lo que no se obtenga en el seno de la Organización Mundial de Comercio se obtendrá por medio de tratados o acuerdos comerciales o de inversiones de carácter bilateral o regional; esta tupida red da lugar a que cada acuerdo o tratado sea la base para el próximo, lo que genera un modelo de perpetua negociación. Esta guerra tan asimétrica provoca que el abandono de un tratado tenga preparado su sustituto; de ahí que el rechazo debe ser frontal al modelo de comercio e inversiones impuesto por el capital y las empresas transnacionales.
El TTIP combina la desregulación de las obligaciones de las empresas transnacionales con la re-regulación de sus derechos
Se pretende eliminar toda barrera –arancelaria o no– que dificulte el desarrollo del libre comercio y de la inversión. Para eso se procede a la armonización normativa a la baja; es decir, si el control financiero es más estricto en EEUU, se armoniza teniendo en cuenta la regulación europea. Si la legislación laboral es más tuitiva en la Unión Europea, se aplican las normas de EEUU que desregulan los derechos de los trabajadores y trabajadoras. Se armoniza desregulando los derechos de las mayorías sociales en todas las materias susceptibles de “comprarse y venderse”. La compra pública responsable que tenga en cuenta los derechos laborales de sus empleados y de las empresas subcontratadas, la promoción del comercio justo, la eliminación de diferencias entre hombres y mujeres… chocará con la idea de derogar toda reglamentación que sea un obstáculo a la apertura de los mercados públicos al comercio y a las inversiones.
Esta técnica clásica del modelo neoliberal se combina con la re-regulación de los derechos de las transnacionales. Si en los 90 el neoliberalismo se planteaba reducir el Estado y dejar vía libre a los mercados, ahora con el TTIP se busca un Estado fuerte que garantice los beneficios de las transnacionales europeas y estadounidenses. El Estado es imprescindible para la acumulación de riqueza del capital y para dirigir y reformar la sociedad al servicio de la grandes corporaciones. El TTIP fortalece los derechos de las mismas.
Convergencia regulatoria
Además de la armonización de regulaciones por el método de la desregulación antes mencionado, los lobbies transnacionales adquieren por medio del TTIP una presencia insospechada. El Consejo de Cooperación Reguladora –formado por los responsables que establezcan las agencias de EEUU y la Comisión de la UE– es un filtro regulatorio de todas las normas comunitarias –pasadas, presentes y futuras– que colisionen con el Tratado y que implica la presencia directa e indirecta de los lobbiestransnacionales. Actúa al margen de los Estados e instituciones; es un poder legislativo supranacional fuera de todo control democrático.
Las empresas transnacionales se introducen en los procesos normativos y penetran en el marco regulatorio abierto a fórmulas de cooperación reguladora y generadora de coescritura de legislación; fenómeno conocido en la elaboración de normas tipo. Además del poder fáctico, los lobbies tendrán presencia directa o indirecta en la elaboración de las normas.
La convergencia regulatoria afecta, además, a todas la Administraciones Públicas (locales, autonómicas y centrales); a la legislación básica, a la ejecución de la misma y a los actos delegados. Las excepciones y defensas genéricas de los derechos sociales que el TTIP prevé quedan subordinadas a “que no comprometan las ventajas derivadas del acuerdo”; la coherencia regulatoria implica que todo tipo de estudio de impacto medioambiental o social, toda evaluación de daños… no debe establecer más “rigor del estrictamente necesario”, es decir, deben ser coherentes con los derechos de las empresas transnacionales.
Por otra parte, la transparencia requiere consultar toda medida potencial a proveedores e inversionistas como si fueran “representantes públicos”, y por último, se pueden ampliar temas no incluidos en el tratado por la vía del nexo normativo al margen del procedimiento de aprobación del mismo; es un texto abierto al servicio de las transnacionales.
Principios normativos del tratado
Son principios demoledores –abiertos a la interpretación creativa y expansiva de despachos de abogados y árbitros favorables al poder corporativo– para los intereses de las mayorías sociales y que dotan de una gran fortaleza a los derechos de las empresas transnacionales. Además, otros principios jurídicos como el abuso de derecho, el enriquecimiento injusto… quedan subordinados al carácter imperativo de los principios recogidos en el TTIP.
Quiebra del principio de igualdad desde las relaciones de poder. Una interpretación fundamentada en la equidad implica tratar igual a los iguales, pero no igual a los desiguales. No permitir cláusulas de acción positiva a favor de los sectores sociales y económicos más desfavorecidos de los países empobrecidos, significa, en realidad apuntalar prácticas discriminatorias. Firmar contratos, aprobar tratados de comercio e inversiones y aceptar ajustes estructurales bajo la falsa premisa de la igualdad entre las partes, es situar a las relaciones asimétricas de poder en el centro de la técnica jurídica.
El TTIP se sustenta en esta interpretación del principio de igualdad: tratar igual a las empresas transnacionales y a las pequeñas empresas nacionales, lo que es esencialmente discriminatorio.
Trato Justo y Equitativo .Es un concepto jurídico indeterminado que puede adolecer de cierta inseguridad material; pero, enmarcado y dirigido a la protección del inversor extranjero frente al Estado receptor, queda perfectamente delimitado. Por tanto, el Estado receptor no puede discriminar al inversor extranjero y deberá tratarle de manera justa y equitativa. ¿Tratar igual a los desiguales es justo y equitativo?
Trato Nacional .Es un principio central en el funcionamiento del TTIP. Toda ventaja concedida a los inversores nacionales debe extenderse a los extranjeros. Es decir, los inversores nacionales no pueden recibir ayuda alguna del Estado ya que implica quebrar el principio de trato nacional. El apoyo de la administración a empresas de economía solidaria o a circuitos cortos de producción se debe extender a las empresas transnacionales de los agronegocios. Con el trato nacional, por otra parte, la privatización de un servicio público hace muy difícil la reversibilidad del mismo.
Nación Más Favorecida . Las ventajas que acuerden mutuamente dos Estados en un tratado bilateral –o entre Estados en un tratado regional– se extiende automáticamente a los tratados que éstos celebren con otros Estados donde se incluya la cláusula de nación más favorecida, cláusula generalizada en la mayoría de los tratados bilaterales. La idea es que en base al principio de no discriminación no se lesione al inversor extranjero. Lo acordado en el TTIP marca, por sus dimensiones cualitativas y cuantitativas, pautas generales para el comercio mundial.
La cláusula paraguas . Permite a las empresas demandar a los Estados no solo por incumplimientos del Tratado si no por incumplimientos contractuales de un acto soberano no comercial, como las políticas públicas. Bajo semejante régimen las empresas pueden contrarrestar las políticas sanitarias, de protección del medio ambiente, de regulación de las finanzas, de las relaciones laborales… reclamando a los Estados daños y perjuicios ante tribunales extrajudiciales de carácter arbitral. La soberanía de los parlamentos queda supeditada a la cláusula mencionada.
Expropiación directa o indirecta e indemnizaciones rápidas, adecuadas y eficaces . Incluye cláusulas sobre las indemnizaciones en caso de expropiaciones u “otras medidas de efecto equivalente”. Se parte de considerar que toda medida, ley, reglamento, acto administrativo... que provoque daño en el patrimonio del inversor debe ser compensado. Además debe tenerse en cuanta tanto el daño emergente como el lucro cesante. Es decir, una inversión paralizada por el poder público debe ser compensada tanto por la cantidad gastada como por el futuro beneficio dejado de percibir.
Mecanismos de resolución de diferencias inversor –Estado
Los tribunales arbitrales nacieron para resolver conflictos entre Estados; el neoliberalismo amplia su labor a conflictos entre Estados y particulares. Las empresas transnacionales –personas de Derecho Privado que representan intereses particulares– pueden demandar a los Estados ante paneles o tribunales arbitrales. Prevalece el interés particular sobre el interés general.
Es un sistema paralelo al poder judicial –se trata de tribunales privados– favorable a las empresas transnacionales que queda al margen de los poderes judiciales nacionales e internacionales. Es una justicia para ricos. Únicamente las empresas demandan a los Estados y no hay previsión formal por la que el Estado receptor puede demandar al inversor extranjero. Las transnacionales eligen la jurisdicción, existen dificultades para que las audiencias sean públicas y no se requieren agotar los recursos internos nacionales. Es más, puede ser incluso una instancia de apelación a las sentencias de tribunales ordinarios y no cabe recurso al fallo arbitral.
Desde el punto de vista material, se aplican exclusivamente las normas del Tratado y no normas sobre derechos humanos.
El procedimiento arbitral no es neutral. Así, el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias relativas a Inversiones (CIADI) se encuentra en el seno del Banco Mundial y los árbitros son jueces y abogados, indistintamente. Quince árbitros resolvieron el 55% de las disputas arbitrales en el 2011 y el coste medio de un arbitraje es de ocho millones de dólares; tres firmas de abogados se reparten el 55% de los casos. El procedimiento arbitral es muy costoso, lo que beneficia a las grandes corporaciones transnacionales.
Son numerosos los estudios que ratifican la vulneración de los espacios públicos regulatorios. Los Estados han visto recurridas sus políticas públicas en áreas como el medioambiente, la salud, los derechos laborales, el agua, la agricultura… donde empresas transnacionales han obtenido laudos arbitrales por valor de miles de millones de dólares y muchos más que siguen pendientes de resolución. Además, abandonar esta armadura jurídica no será fácil, ya que se suelen prever prórrogas de jurisdicción de más de 10 años; es decir, que aunque se diera una hipotética denuncia del TTIP por una de las partes, este continuaría en vigor.
Por último, la “amenaza” del recurso transnacional ante tribunales privados provoca, sin duda, el enfriamiento normativo por parte de los parlamentos y de las Administraciones: por ejemplo, se acepta el fracking para evitar futuras demandas arbitrales. Probablemente ni se discuta en los Parlamentos, formalizándose, de esta manera, el enfriamiento normativo. Buena coartada para los partidarios del TTIP que se refugian en las obligaciones impuestas para avalar –sin debate alguno– los objetivos del mencionado Tratado.
Existe un mecanismo añadido al mecanismo de diferencias entre inversor y Estado y que se aplica al conjunto del acuerdo
Permite que las corporaciones privadas actúen, en defensa de sus genéricos intereses, contra los poderes públicos nacionales, autonómicos, regionales y locales. Se pueden recurrir las decisiones políticas que atenten contra el Tratado, siendo sus decisiones de aplicación inmediata y sin apelación. Así, la decisión el Consejo Constitucional de Francia, al declarar conforme a la constitución la ley que prohíbe el gas esquisto, puede dar lugar a la interposición - por un potencial inversor o conjunto de inversores favorables al gas esquisto- de una queja por atentar contra el contenido del TTIP. Es un sistema de arbitraje privado que sustrae de competencias a las instituciones del Estado para el ejercicio de las políticas públicas.
Existe a su vez la posibilidad de generar un panel de arbitraje para resolver los conflictos ambientales y laborales que actúa al margen de las jurisdicciones nacionales y que pierden competencias a favor del sistema arbitral. En el caso del TTIP no está clara su función, pero se puede presuponer que sea un mecanismo de actualización de las armonizaciones regulatorias entre EEUU y la UE. La vigencia y la amplitud del derecho de huelga pueden interpretarse por paneles arbitrales más que por las jurisdicciones nacionales.
Algunas pautas de cómo reinterpretar la armadura jurídica neoliberal que se construye en torno al TTIP
Desde la perspectiva jurídica, el TTIP colisiona frontalmente contra el Derecho Internacional de los Derechos Humanos. Se puede invocar la preeminencia de una norma jerárquicamente superior; así, el artículo 53 de la Convención de Viena establece que todo tratado que afecte a una norma imperativa de Derecho Internacional es nulo. La Declaración Universal de los Derechos Humanos, los Pactos Internacionales de Derechos Civiles y Políticos y de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, así como otros Tratados y convenciones internacionales de derechos humanos y ambientales revisten el carácter de normas imperativas y de Derecho Internacional General.
Se debe efectuar el control de constitucionalidad de los tratados y verificar si existen vicios insanables en su celebración y aprobación, que generan su nulidad.
Hay que restablecer la competencia territorial de los tribunales nacionales, recuperar el papel de los Parlamentos y poner en marcha iniciativas legislativas populares. Y promover normas internacionales que no refuercen la fuerte asimetría existente entre la lex mercatoria y el Derecho Internacional de los Derechos Humanos sino que, por el contrario, puedan servir para poner los derechos de las personas y los pueblos, como mínimo, al mismo nivel que los de las grandes empresas. Ahí cobran todo su sentido propuestas alternativas como el Tratado internacional de los pueblos para el control de las empresas transnacionales.
Hay un último principio que se deduce de toda la impunidad transnacional que el TTIP regula. Es un Tratado tremendamente violento. La violencia estructural del sistema capitalista –que permite la acumulación de la riqueza de unos pocos a consta de la pobreza y la destrucción medioambiental y cultural de los pueblos- se regula de manera transversal a lo largo de todo el TTIP.

Juan Hernández Zubizarreta, profesor de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU).
Por: Juan Hernández Zubizarreta  
Tomado de: omal.info